Cambiame


¿Éste era el cambio?

Con la nueva asunción del nuevo presidente y en un país que tiende a tener poca memoria por los mandatarios que han gobernado en distintos gobiernos a través de la historia, puede ser que estos cuatro años queden en el olvido, o en el recuerdo de lo que fue por lo bueno que puede venir. Hace cuatro años ganaba un gobierno que prometió una gran cantidad de cosas de las cuales no cumplió ninguna, o pocas o sólo algunas. Para sólo algunos lugares y para sólo algunas personas. No podemos dejar de lado que el contrincante del actual presidente, era un candidato apagado que brindaba más incertidumbre que certezas que amparen su victoria. Y así fue, Mauricio Macri se transformó en el nuevo presidente de Argentina. Una Argentina que le dio todo el viento a favor, y lo que faltaba se lo brindaron los vientos hegemónicos. El viento a favor gritaba los demasiados años del gobierno anterior, la necesidad de un cambio y todos los cañones apuntaban a la demonización de la corrupción erigida en una sola persona: Cristina Kirchner. La presentación de Macri anunciaba el mejor grupo político-económico de los últimos Cincuenta años. Ese fue el telón para las medidas que comenzaron a caer y caer sobre un pueblo que comenzó a preguntarse si realmente querían un cambio, o si realmente estaban convencidos de que lo mejor era el cambio. La moda impuesta gritaba “No Pensar”, además de una gran cantidad de titulares distractores de la realidad, junto a un presidente que cada vez que viajaba, demostraba ser más un accidente en la historia de los presidentes, que realmente un hombre preparado para el puesto que ostentaba. Lo mismo sucedió con su “Dream Team”, el cual proclamaban que “Ellos también estaban aprendiendo sobre la marcha”, cuando el aprendizaje y la preparación debió haber sido muy anterior. Imagínese si un doctor en una operación estuviera aprendiendo sobre la marcha. Paralelamente, y frente a los innumerables golpes al bolsillo, con distintos nombres tales como tarifazos, suba de precio, abonar servicios en cuotas, y todo un diagrama de ejes que jamás colabora con el sueldo promedio de un empleado, el pueblo empezó a notar que en realidad el cambio no era tan cambio y lo anterior no era tan malo. Pero era sólo un pensamiento. Las actividades ajenas a la política tampoco abonaron las tierras sembradas de Macri, el fracaso de la selección fue en contrapartida con la cantidad de medidas que estaban esperando una alegría que distraiga al pueblo de sus cuestiones importantes. Las cifras siderales de las tarifas y la implacable suba y jamás baja de precios, hacía recordar un tiempo que no estaba tan distinto y que aquella Princesa del Inframundo, no era tal. Ante estos pensamientos rebeldes, el accionar mediático bombardeó con noticias que hacían dudar las necesidades básicas de todo ser humano, en todo momento, desde que nace y sin ser consciente de sus necesidades hasta los cuestionamientos empíricos de una juventud que plantea su futuro. Los titulares gritaron si en realidad eran necesarias las vacunas, los desayunos, las cenas, el estudio, el trabajo, la televisión y de no ser gratis hubieran demandado la ingestión de luz y aire. Algunos se lo plantearon, a muchos le pareció exagerado, otros solamente lo aceptaron. Pese a que en la mayoría de los lugares para esta altura ya se comía una sola vez por día, las tarifas hacían vivir una película de suspenso mes a mes, y los precios no dejaban de subir. En medio de todo esto, y casi como el mesías, el dólar recibía cada vez más adeptos, más seguidores y un tren que lo llevaba por un camino que arrastraba todo hasta las nubes. La compensación eran obras donde antes no había, o puentes que no le importan a nadie o cloacas que no eran tan necesarias. Desarrollos pilares en las redes sociales y demasiado ensalzadas en los medios partidarios. Por ahí alguien gritó que había una grieta entre dos bandos y eso profundizó más la población, que en discusiones dejaron familias y amistades separadas, por el presidente y quien ya no tenía tanta mala pinta. La oposición de Cristina, jugó de manera inteligente, sin bombos y platillos pero presente en cada momento. Entonces aquellos pensamientos del cambio frente a los recuerdos de épocas no tan pasadas, libraban batallas que daban resultados no tan malos para lo anterior y de total ignorancia de rumbo en lo actual. Las redes pululaban por demandas que no encontraban respuestas y que en contrapartida con lo pasado no era tan malo. Por lo que la imagen satánica de la ex mandataria, ya no era tan satánica y el hombre de los ojos azules ya resultaba un aburrido hombre que favorecía lo que le convenía y nada más. Esto se subrayaba en cada acto con furcios, propios y de funcionarios afines. Aún quedaban lejos las próximas elecciones había mucho para hacer y no dejar hacer. Pero el horizonte no brindaba un amanecer para Cambiemos, sino que mostraba una tendencia al pasado frente a un presente sin precedentes. Sin olvidarnos los escalones que se mantenían en alza sobre lo esencial para la vida humana. Con nuevos horarios para almorzar o incluso nuevos horarios para intentar almorzar. Los centinelas del macrismo a los gritos haciendo hincapié sobre la corrupción del gobierno anterior y las pocas mejoras de un país que recibía construcción cuando necesitaba elementos físicos para colocar en lugares que habían sido descartados o abandonados en un nuevo escenario casero. Viviendo día a día, sin poder resolver los alcances mensuales de la suba de tarifas en todos los frentes y olvidándose de aquellos lujos que comentaba Fray Ponce de León en uno de sus libros. El divertimento del fútbol también había quedado en el sector privado o para los rebeldes hackers que intenten una alternativa que no abale una cantidad imposible de pagar. Sin fútbol, sin precios accesibles, las alternativas surgieron a través de la venta de redes y ferias, como respuestas ante la necesidad de ambos lados, comprador y vendedor. En el olvido del mejor grupo de los últimos cincuenta años había quedado la transición de los semestres esperanzadores, que no llegaron nunca, agua en un desierto que nunca hubo nubes para ni siquiera intentar llover. Por supuesto, los ganadores de esta situación fueron los comunicadores, como reflejo de la realidad, a favor y en contra obtenían sus tajadas importantes. Sin duda más los a favor, los en contra se fueron modificando tras el tránsito del propio gobierno, cambiando de seguidores de Lucifer a creadores de verdades irreprochables. Seres que analizaron la situación con frialdad bajo sus trajes Armani, hablando y opinando sobre sueldos de personas que no conocen, en situaciones que no conocen y bajo opiniones que nada ayudan. Combatientes de lo que cobran más de lo que dicen. Ciegos de sus ideales monetarios, algunos se mantuvieron y proliferan que se van a mantener pase lo que pase. Investigaciones que ahondaron corrupciones que sólo decoraban los diarios, pero en nada aliviaban semestre tras semestre los bolsillos de los ciudadanos. El espejo reflejaba gente confundida con su elección y perdida en lo que se estaba haciendo. Mientras Macri tiraba cemento por todos lados, para callar, para tapar y quedar para siempre. Él para siempre no fue tal, se empiezan a ver las grietas en los asfaltos no sólo en los ideales. En estos momentos los locos no parecían estar tan locos y los sensatos no parecían saber tanto como alegaban. Renuncias y renuncias que fueron apuntando a un solo camino. La ruta del adicto. El camino que lleva a aquel que necesita una sustancia que lo hará sentir bien pero sus consecuencias serán demasiado graves. El “Dealer” nuevamente aparecía como un ser sombrío, con intereses superiores a la mercancía que ofrecía y además de eso con recetas que incluyen la mejor adecuación del producto vendido. No sólo provee el producto, se asegura de su consumo y su repetición, por los años siguientes. El proveedor provee, el adicto consume. El Fondo provee, Argentina consume. Con consecuencias nocivas con el tiempo. La razón, la necesidad, de la pesada herencia, de los recuerdos satánicos, que ya a esta altura ya no eran satánicos sólo recuerdos, de veranos con algo más de aire y de inviernos con algo más de calor. Con almuerzo y cena, algo para el mate y alguna salida, frente a una comida en todo el día y el reinado de Netflix, con alguna contraseña ilegal para pasar el momento. Nuevamente la adicción se hacía presente y la dealer volvía a negociar cuestiones de su mercancía. Para pagar cosas que nadie sabía, para invertir en cosas que nadie sabía y para reparar una herencia que nadie sabía cual realmente era o de que monto realmente era. Suspendidos en naves alienígenas, junto a nubes de datos en redes que solventaban un pago que sostenía más insultos que propuestas y más odio que estructura económica. A estas alturas, la mandataria era una persona que sabía lo que hacía, frente a un gobierno que había hecho y deshecho cuestiones favorables sólo a sus electores más acérrimos, a los empresarios y a votantes que odiaban la igualdad, clases sociales tatuadas en cada palabra o gesto, y electores que preferían un presidente bonito a una presidenta tildada de una cantidad de improperios, propinados por las mismas mujeres. En medio de todo, la ola verde colmó las calles, de situaciones que necesitaban salir a flote e instalarse en la sociedad, de problemáticas antiguas que necesitan soluciones prácticas, de igualdad por sobre encima de las políticas implementadas. Transversalmente, haciendo más profunda la zanja, Lilita Carrió como una asesora de la violencia. Violencia que corrió como un manantial y se llevó a Santiago, por protestas justas y opiniones a millones de kilómetros amparadas en personajes nefastos que llevaron palabras que nunca estuvieron cerca de la realidad, con peritos que no saben que firmaron, y con teorías de extranjeros que cambia según la cantidad de dinero que posea. Todos encolumnados con el mandatario primario, que lleva la bandera de los terratenientes, de los empresarios, de los que no conocen a sus empleados, de los que leen los diarios más (hegemónicamente) vendidos, de los que prefieren que las clases estén bien divididas por los que tienen mucho y los que tienen poco, por supuesto los que tienen un poco al querer tener mucho pueden asociarse o unirse a los que tienen mucho para ser como ellos. Pero nunca descender a la servidumbre. Allí estaba flameante esa bandera de señores necesariamente ricos versus reformas necesariamente esclavistas. Por si los que no tienen quisieran pensar en quejarse, la ministra implacable ordenaría dos vinos más y la muerte de cualquier manifestante que decida oponerse a lo que le toca. Que cada uno gaste lo que tiene, que nadie ose querer ir más allá de su clase social o posibilidades porque se encontrará con un tarifazo o el palazo de la justicia. Justicia que dibujó cuanta causa encontrada para hacer aún más pesada aquella herencia, que ampararía más las decisiones de pagar la fiesta de más de doce años. Los cuales la gente comenzaba a recordar con cariño, en una fiesta que no era tal y con un cambio que no propuso nada, solo concreto sobre concreto. La desdemonizada mandataria anterior produjo un pequeño terremoto con un libro. Que de momento producía ventas en un ámbito poco propicio para la recaudación. Nuevas drogas para el adicto profundizaban la consecuencia y los nuevos sucesos no dejaban de alarmar, con despidos masivos, con caída de compra de alimentos, con caída de sueldos, caída de electrodomésticos, etc, etc. Lo único que no caía era el ajuste implacable. El adicto demandaba más para hacer menos. Las discusiones se acaloraban pero los defensores ya no eran tal, sino que admitían las consecuencias de su elección. La autocrítica parecía ser una opción para pensar en algo mejor. En medio de la confusión, la decisión de fórmulas, en medio de fracaso tras fracaso de distracciones que no sirvieron, ante bolsillos que quedaban vacíos luego de ser llenados. Un círculo rojo levantaba la bandera de otro candidato, ante la imagen negativa del actual mandatario. Pero su propia convicción junto a un compañero experto en derrotas, lo llevó al anuncio de la búsqueda de la reelección. Cuestión que debió plantearse con muchísima antelación, pero que amparado por la mediática espalda y la ceguera social propinada por grandes especímenes del fanatismo, que admitían su fracaso. La imagen negativa demonizaba al cura que había llegado para llevarse los demonios, y los demonios, unidos para demostrar que no estaban tan locos, que habían cometidos errores, que la corrupción los había infectado pero estaban curados y que nunca llegarían a hacer la cantidad de medidas que había tomado el actual gobierno. Un gobierno que promulga el fin del dealer, y el reconocimiento de las clases opacadas. Opacadas por un sol que no parecía ponerse, un invierno de promesas que no trajo más que viento y bajas temperaturas. En medio las personas tratando de convivir con lo que no fue, con lo que había sido y con lo que podría ser. El exorcismo estaba completado, ya no hay demonios ni ángeles, choferes de realidades que van por caminos que favorecen a algunos y empobrecen a otros, que igualan a algunos y enojan a otros, pero que gobiernan en un marco de libertad. El enojo de la grieta y de la voz de los que siguen los ojos azules, llevan el odio que está inscripto en aquellos que son una especie en particular, distinta, diferente pero muy peculiar. Caminando con seguridad y entre gente como ellos, difundiendo el espacio de ser y tener. Aquel enojo, la adicción y el mesías, sólo revelaron las fotos del recuerdo y de los que pueden cambiar algo, siendo cambio la mala palabra nueva, y sus derivados, en especial, cambiemos. Porque el cambio no fue más que odio, beneficios para poderosos y recortes para los que no tienen para que los poderosos tengan más. El mesías ascendiendo el Aconcagua de manera irrefrenable, y el Dealer resolviendo qué comer o cuánto comer. Poco quedó más que cemento, sobre recuerdos que no traen soles sino nubes de preocupación. Se sabrá en el futuro el destino, y ya algunos presentan quejas por anticipado de algo que aún no sucedió, con el insulto como estandarte por supuesto, porque sino pensas como yo voy a insultarte para que lo entiendas, así lo entendés, así comprendés que tengo razón, aunque ya no sé que es la razón y mucho menos que sucede cuando el camino absorbe más que huellas, y deja ilusiones, llanto, bronca, resignación, sin un fin específico, sin una realidad a estrenar que valga la pena su esfuerzo, sin un rumbo que nos traiga esperanza. Lejos del camino quedaron las alternativas, ahogadas también en el odio, y rencillas personales que poco tienen para aportar en cuestiones de decisión. Concluído el cambio, llegará el frente de todos, y los del cambio deberán “Bancarselá”, llamarse a silencio, esperar la maldad, la demonización que ahora habita en sus propios cuerpos. Desde el primero al último de los apóstoles de una cena que llenó a los de siempre y mandó a pagar la cuenta a los de siempre.

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