Cipriano Daniel Gambaya

Quizás su procedencia marcó algo de todo lo que logró aportar a los amigos y conocidos que puedan dar fe de su existencia a pesar de los espacios vacíos en el álbum de recuerdos. Oriundo de la ciudad de El Caín al Norte de la Patagonia Argentina su infancia había estado signada por un camino que nunca jamás habría podido torcer.

Todo comenzó en la escuela primaria durante una competencia intercolegial donde participaban todos los grados. Mientras escribía la decimotercera pregunta del largo examen de cincuenta preguntas, vio como un alumno de otra escuela se estaba copiando de un machete colocado estratégicamente en la parte de adentro de las dos pulseras coloridas y ochentosas que tenía, una en cada mano.
En un momento pensó en no decir nada, alineado en las palabras que su hermana decía sobre que “En el amor y en la guerra todo se vale”. Si bien la evaluación no era algo relacionado al amor, era una pequeña batalla. Una batalla contra el reflejo de todo el conocimiento que se pueda expresar en una hoja que luego será constatada respuesta por respuesta. Esa competencia era e importante porque la escuela ganadora recibiría tecnología para el desarrollo cognoscitivo de cada uno de los alumnos. Una “Sala de Informática” con diez máquinas para todos los alumnos. Ese premio daba a la escuela una potencialidad sobre conocimiento única en la zona. Además el detalle de que El Caín es una comisión de fomento, agregaba peso a la cuestión épica sobre el combate intelectual coronado porque era la primera vez que participaba y la primera vez que aquel lugar se vestía de gala para recibir las escuelas del resto de la provincia.
La prueba terminó luego de cinco horas y posterior a eso se conocieron los resultados que fueron comunicados por el locutor quien con la gravedad brillante y necesaria anunció “La Escuela ganadora es La Escuelta de Valcheta seguidas muy de cerca por El Caín y 9 De Julio. Felicitaciones. Fue muy reñida la competencia, literalmente fueron cinco respuestas de distancias entre el primer alumno y el segundo. Mientras tanto que entre el segundo y el tercero solamente 8 preguntas. Felicitaciones al Campeón” El ganador se abrió paso orgulloso y recibió el premio con las dos pulseras en sus manos. Sonrió y gritó como si hubiera convertido un gol en un partido de fútbol. En ese momento Cipriano supo que debía decir la verdad, mientras en su mente se urdía una proyección en la que la escuela se quedaba con el premio y el se convertía en el héroe de la situación. Por haberlo visto, por haber creído en la escuela y llevar la justicia en cada acción que le sea posible. Como un alumno orgullo de las tapas de los diversos diarios locales, regionales y nacionales. Era un escándalo. Un evento sin precedentes. Por lo tanto, la verdad no era solamente algo necesario para su historia, sino que era lo que debía hacerse. Allí fue directamente a hablar con su maestro quien no le creyó, entonces fue con el Director de la Escuela, el cual le dio el beneficio de la duda porque sabía que la “Sala de Informática” era algo que necesitaban y esa duda podía hacer pesar la localía para que el premio se quede en La Escuela. Sin demoras habló con los jurados y les comentó la información recién revelada. Los jueces no creyeron la versión pero todo cambio cuando pusieron atención sobre el alumno ganador y sus pulseras. En ese momento pidieron un aula para deliberar y luego de quince minutos llamaron al vencedor, quien ingresó sonriente y fulgurante con su premio y salió del aula corriendo, llorando y sin las pulseras. Los jurados salieron del aula y se comunicaron con el Director y posteriormente con el locutor quien anunció la decisión del comité: “Luego de recibir una información de último momento, el Comité ha decidido descalificar a la Escuela de Valcheta y dar el premio al nuevo ganador: Escuela El Caín”.
Grito de gol. Grito de victoria y el Director lleno de euforia. Cipriano pensaba que aún le quedaban algunos momentos antes de sumergirse en la fama. La realidad que se desarrollaba frente a sus ojos era muy distinta a lo que él proyectaba en su mente. El Director tomó el micrófono y anunció el camino que Cipriano jamás podría torcer “Quiero agradecerles a todos y a cada uno de ustedes por su esfuerzo, por hacer que esta escuela crezca de una manera significativa, con cimientos parecidos a los que se cimienta el futuro. Pero especialmente quiero dar las gracias y pedir un gran aplauso para una persona especial, alguien que jamás dejó de creer en la escuela, alguien que jamás dejó de poner la institucionalidad por encima de todo, ese nombre es el de Mateo Ribas”.
Mateo Ribas había sido el alumno que obtuvo el segundo puesto sin ayuda de ningún accesorio. Mateo Ribas fue el nombre decidido para la plaqueta que se atornilló en la parte central de la escuela. Mateo Ribas fue el nombre de la noticia en los diarios locales, regionales y nacionales. En la televisión y en la radio solo se escuchaba el nombre de Mateo Ribas. Uno solo había sido el diario que había mencionado que un alumno había descubierto la trampa, pero no se sabía su nombre. Nadie tenía ningún problema con Mateo Ribas, era un gran compañero y después llegó a ser Presidente de la Comisión de Fomento. Nada había de malo en su reconocimiento, bien merecido se lo tenía. Pero la realidad es que sin la ayuda de Cipriano nada de eso hubiera sido real y como mínimo vendría bien algo de reconocimiento sobre su percepción detectivesca. Luego de veinte años de aquel suceso y antes de fallecer, el Director le confesó que tendría que haberlo destacado como a Mateo pero que pensó que destacarlo hubiera sido darle crédito a botonear. Una pavada.
Aquel día fue el principio del camino de la invisibilidad de Cipriano. Gran amigo de todos pero nunca mencionado. Gran intelectual pero nunca consultado. Gran empleado pero nunca destacado. Conocido por todos y olvidado en la memoria cuando falleció sólo en el viaje hacia la ciudad de San Antonio Oeste una tarde de Noviembre. El accidente había involucrado también su suerte, ya que el fuego calcinó su cuerpo, sus papeles de identidad y documentos. En el otro vehículo el conductor había podido salir a tiempo, sin percibir lesión alguna.
En la averiguación de la identidad algunos dijeron haberlo conocido alguna vez, por algún lugar, en algún momento pero que no era nadie importante. Su casa no tenía fotos con nadie. Su celular no tenía conversaciones destacadas y las charlas no incluían fotos con aquellos amigos que hablaba.
En ninguna agenda, en ningún llamado automático de ninguna persona, en una zona de invisibilidad donde había más respuestas que preguntas.
Todas las actividades de sus redes sociales mostraban que siempre respondía a lo que le contaban y cuando preguntaban por su vida siempre respondía evasivas. Eso junto a la falta de interés hacía que en realidad nunca nadie supiera de su vida.
La única conversación en la que había comentado algunos detalles de su vida tenía mi nombre en el chat, por eso me avisaron.
Lo conocía desde hace años y habíamos compartido charlas sobre su tranquila y rutinaria vida. Pasaba sus días cumpliendo obligaciones, escuchando a sus amigos y trabajando para comprar cosas. Pagaba deudas y su suerte mantenía el velo de invisibilidad ante cualquier mujer que rondaba sus días.
Tenía todo lo necesario para construir cualquier hogar, pero nadie lo veía, lo usaban para hablar y luego lo olvidaban.
Quizás aquella sombra se había ubicado en su nombre y allí permaneció hasta el fin de sus días.
Descansa en paz Cipriano, que el cielo te reciba con la condecoración de haber sido un gran hombre. Una persona normal. Un hombre de rutina que respondió las historias que le decían pero nunca pudo contar la suya.

















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                                                                                MBeP

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